Su recuerdo dejó de ser parte de mi rutina y sólo pensaba en él cuando creía sentirlo cerca pero el encanto no duraba mucho ya que rápidamente volvía a la realidad de su ausencia, aunque ya no era parte esencial de mi vida, siempre estaba ese vacío en el pecho cuando se me aparecía su rostro. El tiempo fue mi gran aliado, el que permitió que me anestesiara de la soledad